En cualquier momento y en cualquier lugar
Vosotros sois la sal de la tierra… Vosotros sois la luz del mundo (Mateo 5, 13-14)
Hace unos días, iba
yo en el metro, con la bufanda al cuello, con lo que no se veía a simple vista
que soy sacerdote. Estaba sentado y leía el libro de Francesc Torralba, Creyentes y no creyentes en tierra de nadie.
Iba por el capítulo titulado “Santos sin Dios”, cuando un joven se sentó a mi
lado. Note que, de vez en cuando, echaba una mirada al libro y leía algo.
Al cabo de un rato,
aquel joven me dice: ‘Oye, ¿te puedo decir una cosa?’. ‘Claro’, le contesté,
sin saber muy bien por dónde iba a salir. ‘Eso de santos sin Dios es
imposible’, me dijo. Entonces, intenté explicarle que el autor se refería a los
no creyentes, pero antes de acabar de hablar, añadió: ‘Yo soy creyente. Bueno,
soy católico, apostólico y romano’. Y, ni corto ni perezoso, comenzó a
evangelizarme.
Cuando ya
llegábamos a nuestras paradas, le dije: ‘Estoy de acuerdo en lo que me dices.
Soy sacerdote’. Su sorpresa fue mayúscula. Entonces me cuenta que, cuando me
vio leyendo el libro, pensó que yo era un agnóstico, que estaba perdido, y
pensó: ‘voy a decirle algo, aunque me parta la cara’. Al despedirnos me dijo
que era del Camino Neocatecumenal.
Reconozco que aquel
chaval me impresionó. Posiblemente no todos van a hacer lo que él hizo, quizás
en algunos momentos no sea prudente, pero también es cierto que a veces, con
más frecuencia de la que debiéramos, somos “excesivamente prudentes” o poco
audaces a la hora de hablar de Cristo.
Aquel chaval me
emocionó e hizo que me interrogara. Si de verdad nos creyéramos aquello de ser
sal y luz del mundo, otro gallo nos cantaría. Si no nos dejáramos llevar, tantas
veces, por los respetos humanos, por el qué dirán, qué pensaran… Es cierto que
la verdad no se impone, se propone, pero hay que proponerla. Ocasiones hay
muchas. En cualquier momento, en cualquier lugar.
Durante estas
últimas semanas estamos asistiendo a hechos que abochornarían a cualquier persona civilizada. Los
ataques mediáticos contra D. Fernando Sebastián por unas declaraciones que han
malinterpretado y manipulado. Las manifestaciones violentas a favor del aborto
de las Femen ante el cardenal Rouco. Es decir, hay quien se empeña en hacer el
mal y mostrarlo públicamente, entonces ¿por qué los católicos no vamos a
anunciar, con respeto, por supuesto, pero también con audacia, a Aquel que da
razón de nuestra vida?
Salgamos, salgamos a ofrecer a
todos la vida de Jesucristo. Repito aquí para toda la Iglesia lo que muchas
veces he dicho a los sacerdotes y laicos de Buenos Aires: prefiero una Iglesia
accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia
enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades.
No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en
una maraña de obsesiones y procedimientos. Si algo debe inquietarnos santamente
y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la
fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de
fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida. Más que el temor a
equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras
que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces
implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera
hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: «¡Dadles vosotros
de comer!» (Mc 6,37)[1].
Totalmente cierto, nosotros en nuestro pueblo vamos a catequesis de adultos para hablar de este tema tan importante.
ResponderEliminarPero hantes hay que conocer muy bien a cristo para trasmitir bien su luz con nuestra fe cristiana.
Muchas gracias por servirnos de inspiración Don Andres.
Muchas gracias fantastico
ResponderEliminar