Un puro acto de fe

Cuadro de Raul Berzosa:
“El sueño de San José” (Detalle)



Hay una gran diferencia entre vivir la vida que uno sueña y desea, y vivir la vida que las circunstancias, otros u otro te obligan a vivir.

En una ciudad pequeña, las perspectivas de futuro no son muchas. Uno desea prosperar, eso es así. Sin embargo, muchas veces también uno se conforma con lo que tiene porque no queda más remedio. Además, la educación recibida influye. “No te compliques la vida”, “confórmate con lo que tienes y con lo que la vida te ofrece”, “no aspires a lo que supera tus capacidades”. Al final, se busca lo mejor en lo que se puede y se alcanza, pero sin grandes aspiraciones. 

Y cuando las posibilidades no son muchas, entonces aprender un oficio, ganar lo suficiente para labrarse un futuro en condiciones que permitan vivir con lo justo y formar una familia, parece que es lo ideal. ¿No es esto lo que cualquier hombre vulgar y corriente desea?

Tener un trabajo digno para ganar un salario que permita vivir y cuidar de la propia familia. Casarse con una mujer buena que sepa cuidar del hogar. Tener hijos a los que amar y con los que asegurar un legado. Todo esto no es algo extraordinario. No es pedir mucho, ¿verdad?

Cuando uno es joven se trabaja duro para conseguir todo eso que uno ha soñado. No ahorras ningún esfuerzo. Poner todo el empeño para lograr la meta propuesta. Se avanza paso a paso. El primero, conseguir independencia y abrir el propio taller. Empezar de cero es duro, pero poco a poco se logra atraer una clientela más o menos fija. Y esto sólo se consigue ganándolos uno a uno.

En una ciudad pequeña, en sus alrededores, el boca a boca es la mejor publicidad. Alguien ve algo de lo que he hecho porque Fulano lo ha comprado. Y el vecino o el pariente pregunta:

-       ¿Quién te ha hecho este arado? ¿Quién te ha preparado esas herramientas?

-       Ha sido ese artesano que trabaja en Nazaret. Es joven, pero hace cosas muy buenas y a buen precio.

Y así llega uno y otro. Algunos sólo quieren mirar. Otros encargan algo. Otros piden que les fíes, y hay que confiar. Por el momento me lo puedo permitir. Siempre hay alguien que esta peor que uno y necesita una ayuda para sobrevivir.

La clientela ha aumentado y los ingresos también. Con lo que he ahorrado puedo comprar un pequeño terreno al lado del taller. Ahí puedo construir una casa en la que vivir. Y una vez que el negocio se va afianzando, llega el momento de formar una familia. No hay que esperar demasiado y, sobre todo, hay que encontrar a la persona adecuada.

La familia ayuda. La abuela, la propia madre o la hermana, siempre conocen a la nieta de…, a la hija de una amiga que…, o a la amiga de la propia hermana, que sabe que la familia está dispuesta a casar. 

Y aquella muchacha, que parecía todavía una niña, pero que Joaquín y Ana querían casar. Muy guapa, sencilla y muy callada. Mujer de pocas palabras, seguro tendría un gran corazón. Así pensaba yo.

Entre unos y otros, todo se arregló. Dios era propicio. Y todo era hasta ese momento una bendición. Trabajo, casa, mujer…, un futuro prometedor. Podía ofrecer a María una casa, construida con mis propias manos. No era lujosa. No podía serlo porque no tenía para ello, pero sería un hogar donde una familia formar.

Todo estaba dispuesto y la fecha de los desposorios fijada. Ya no podía fallar nada. Hasta ahora, cuando todo estos sueños se han roto como un bello jarrón de porcelana que se ha hecho añicos estrellado contra el suelo.

Es ahora cuando la vida cambia radicalmente. Es ahora cuando uno deja de vivir la vida deseada porque el sueño que soñaba también cambia. 

Nunca lo hubiera pensado ni imaginado. Creía que la fidelidad a Dios con la prosperidad se premiaba y sólo el pecado se castigaba. 

Y ahora, ¿qué decisión tomar? ¿Qué hacer? Lo más sensato era cerrar el taller y marchar a otro lugar. No quiero ser el hazme reír, ni condenar ni perjudicar a esa muchacha que ahora está embarazada.

No sé qué pensar. Una profunda tristeza embarga mi corazón y no sé qué decisión tomar. No duermo. No como. El trabajo y los encargos se empiezan a retrasar. Estoy al borde de la desesperación. Ya no puedo ni rezar, porque Dios no me va a escuchar.

Vivo en una profunda soledad porque no sé a quien consultar. Creo que es mejor no preguntar, porque incluso el cielo parece que va a callar. Después de esto qué futuro queda ya… sólo tengo ganas de llorar.

Y las lágrimas trajeron agotamiento y un profundo sueño. En medio de esta profunda oscuridad la luz empezó a asomar, poco a poco, con palabras que alguien parecía susurrar: 

-       Es el momento de elegir. Nadie te obliga a tomar un camino u otro. Eres tu quien tiene que decidir. 

Sí, puedo volver a intentar la vida que he soñado o elegir esto que otro me ofrece vivir. No sé porqué me ha elegido a mí. No sé a dónde me llevará, ni qué sucederá. Elijo renunciar a saber, a comprender, incluso a querer lo que hubiera querido desear y tener.

Ahora es el momento de elegir. Un puro acto de fe que lleva al más bello y puro acto de amor.

Cuando José despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer.

 

Comentarios

  1. En el silencio del sueño nocturno, Dios habló a José, y él Le escuchó.

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  2. En el silencio del sueño nocturno, Dios habló a José, y él Le escuchó.

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  3. En el silencio del sueño nocturno, Dios habló a José, y él Le escuchó.

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