Deja que te toque

"La incredulidad de Tomás" de Caravaggio

    ¡Qué atrevimiento el mío! ¿Cómo pude ser capaz? Siempre he sido muy atrevido, quizás rayando la insolencia. Sin embargo, hubiera deseado que las cosas se hubiesen desarrollado de otra manera.
    
    Dije que quería tocarlo, pero deseaba más, mucho más. Quería abrazarlo. La noticia me cogió por sorpresa y ese fue mi primer pensamiento: ¡Si eso que dicen fuera verdad! ¡Si lo pudiera de nuevo abrazar! 


¿No es este el deseo de un corazón que ama, estar unido al corazón amado? Pero me conformaba solo con tocarlo. Esto era ya un sueño hecho realidad después de su trágica muerte. Poder tocarlo, ya que no abrazarlo. Si mis palabras sonaron como una blasfemia…, si lo que pedí fue juzgado como una incredulidad, ¿qué hubieran dicho o pensado si manifiesto lo que de verdad deseaba? Pero a mí no me hubiera importado.


Y si ahora pudiera hacer la misma petición, no lo pensaría. No me conformaría con tan poco, ni siquiera pediría abrazarlo, sería mucho más audaz. Querría entrar en su costado y anidar en su corazón. Conocer los secretos de su amor y descubrir el misterio de la redención. Estar ahí, en su corazón. Uno junto al otro sin que nada ni nadie nos pudiera separar.


Tocarte, abrazarte… entrar en tu costado abierto y penetrar en la fuente de tu misericordia infinita, para que el agua y la sangre que brotaron de ti calara en mi corazón, me purificara y me sanara. 


Quisiera agarrarme a ti y descender contigo al sepulcro para morir al pecado, reparar lo dañado, recrear lo creado, resucitar contigo para nacer de nuevo. 


Y cuando apareciste resucitado no fui yo quien te tocó, fuiste Tú quien cogió mi mano y la acercó a tu costado. Y yo temblando no me resistí. Caí rendido a tus pies. No sabía muy bien qué decir. Y me levantaste y me abrazaste. Y sentí en lo más profundo de mi corazón el calor de tu amor. 


En tus palabras no hubo reproche sino comprensión. Sabías que la duda era desilusión. Pensar que con tu muerte todo estaba perdido, que ya nunca más volvería a estar contigo me rompía el corazón. Y ahora que has resucitado te confieso como mi Dios y Señor. Creo que Tú eres el sí de Dios, la Misericordia infinita y eterna hecha carne que se entrega por amor.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La conciencia escrupulosa y la conciencia delicada

¡Qué paciencia!

Un puro acto de fe