La verdadera riqueza

          

Había un cristiano inmensamente rico en bienes espirituales. Hacía todos los días, como mínimo, una hora de oración y si podía, que era casi siempre, más. Vivía a la perfección todas las obras de misericordia y eran abundantes sus obras de caridad, especialmente para con los pobres.
Hacía ayunos, sacrificios varios, diversas penitencias a lo largo del día, de la semana, del año.Y, por supuesto, cumplía con todos los mandamientos de la ley de Dios y de la Iglesia.

Un día reflexionando sobre todo esto se dijo a sí mismo:

Cristiano has hecho muchas cosas buenas y santas. Puedes decir con verdad de ti mismo que te has ganado el cielo. Estate seguro de que el día en que te presentes en el paraíso te abrirán las puertas de par en par, te recibirán con gran alegría todos los santos, haciéndote un gran homenaje por tu santidad, y los ángeles entonarán los cánticos celestiales porque ha entrado un cristiano santo. 

En la Iglesia ya tienen material de sobra para abrir tu proceso de canonización que será rápido, porque además harás grandes milagros desde el cielo. Y seguro que en los templos se levantarán cuadros y estatuas en tu honor.

 

Y Dios le respondió:

“Necio”, ¿todas las obras que has hecho son realmente mérito tuyo? “Yo soy” el que es rico, pero en misericordia. ¿Qué has hecho tu realmente para ganarte el cielo? ¿Piensas de verdad que la salvación es obra tuya? “Yo soy” el que puede salvar. Y esto, la posibilidad de la vida eterna, no es el resultado de tu solo esfuerzo humano. No es obra de tu voluntad. “Estas salvado por pura gracia, mediante la fe”. Eres obra mía. Esas obras buenas y santas que has hecho son las que Yo dispuse de antemano para que las practicases. 

 

Moraleja. Escribe San Juan de la Cruz:

Muchos antiguos tuvieron muchas virtudes e hicieron buenas obras, y muchos cristianos el día de hoy las tienen y obran grandes cosas, y no les aprovecharán nada para la vida eterna porque no pretendieron en ellas la gloria y honra que es de sólo Dios.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La conciencia escrupulosa y la conciencia delicada

¡Qué paciencia!

Un puro acto de fe