Volver a lo cotidiano

 


El despertador se despereza después de estar semanas apagado y su sonido llega a mis oídos como el zumbido de un molesto mosquito dispuesto a picar.

Mientras mi cerebro empieza a despertar, yo sólo soy capaz de hacer unos pocos movimientos automáticos que me llevan, de nuevo, a lo cotidiano.

Volver a lo cotidiano es dejar de ser un “camastrón”, en palabras de Carlos Herrera, levantar la persiana de la ventana y descubrir que todavía no ha amanecido.

Volver a lo cotidiano es tomar el desayuno de forma pausada, mientras escucho las noticias de la mañana, noticias que, en los últimos meses, no informan de muchas cosas buenas.

Volver a lo cotidiano es sumergirse en el mar de coches que, llevados por conductores medio somnolientos, se dirigen a sus trabajos. Un caudal de corriente automovilística que en estos primeros días de septiembre corre todavía fluido, a la espera incierta del comienzo de los colegios.

Volver a lo cotidiano es llegar a Madrid cuando el manto de oscuridad empieza a levantarse y se pueden contemplar las primeras luces del amanecer.

Volver a lo cotidiano es recorrer, de nuevo, las calles madrileñas que me reciben como viejas compañeras de camino y me conducen a mi primer destino.

Volver a lo cotidiano es descubrir que las obras de Plaza de España avanzan a paso lento como si estuvieran construyendo una nueva muralla china, que cierra el único paso que comunica la calle Bailén con la Gran Vía, obligando a los transeúntes a dar un rodeo, como si quisieran que rindiésemos pleitesía al Senado, para dar los buenos días a Cánovas del Castillo que lleva ya un rato despierto. 

Volver a lo cotidiano es cruzarse con aquellas personas cuyos nombres no conozco, pero siguen siendo familiares, incluso a pesar de la mascarilla.

Volver a lo cotidiano es encontrarse de nuevo con la sonrisa y el cariño de mis queridas misioneras eucarísticas a las que celebro la eucaristía todos los días. 

Volver a lo cotidiano es retomar el trabajo diario que también, durante estas semanas, ha descansado y me está esperando. Encontrar a los compañeros, a los trabajadores del arzobispado, algunos de ellos que ya olvidaron el descanso veraniego.

Volver a lo cotidiano es volver a lo mismo, a lo de antes, con permiso de la “nueva normalidad”, pero no de la misma manera, al menos no quiero que sea así. Es un “ahora comienzo” de nuevo, con nueva mirada sobre las personas, sobre la tarea, sobre las cosas. 

Volver a lo cotidiano también es dejarse sorprender por los acontecimientos normales, las circunstancias habituales. Es una nueva ilusión, una nueva aventura que me ofrece el Señor.


Comentarios

  1. Uf, esta frase espero que me ayude... "Es una nueva ilusión, una nueva aventura que me ofrece el Señor." porque después de seis meses y unas sanas vacaciones fuera de Madrid, me ha costado mucho volver a la "rutina" de estar dando vueltas a las mismas noticias... Abrazo

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