Fragmentos

 

“¿Quién piense pierde?”, gritaba uno de los miembros de Les Luthiers parodiando un concurso televisivo en el que los concursantes ganaban si renunciaban a aquello que nos diferencia de los animales, la capacidad de pensar.

Hoy en día renunciar a pensar, a razonar, es una práctica generalizada. Es más fácil, al menos en apariencia, que otros lo hagan por uno mismo. Es más sencillo que todo nos lo den bien mascadito, para que no tengamos que hacer ningún esfuerzo neuronal. Es muy tentador ser ciudadano de ese mundo feliz que nos han prometido, si nos sometemos a los dictámenes de aquellos que pretenden pensar por nosotros, siempre y cuando seamos dóciles ejecutores de sus órdenes.

La pereza mental es lo que se premia, porque lo contrario, que es pensar por libre, ir contra corriente, tener criterio propio y no amoldarse al rebaño, se ha convertido en un deporte de riesgo y, en algunas ocasiones, de muy alto riesgo.

Cada vez son más lo que creen que es mejor narcotizar el cerebro que mirar dentro de uno mismo y reflexionar sobre la propia vida, no sea que haya algo que no me guste, o que la realidad sea totalmente distinta a la leyenda que de mí mismo había creado, o que el castillo que he construido en torno a mí y considero muy sólido se pueda derrumbar.

Porque es necesario, es más, diría obligatorio, ejercer la capacidad de pensar, de reflexionar sobre uno mismo y sobre las razones que me llevan a actuar de una forma o de otra; porque tengo que tomar decisiones basadas en la razón (sí, también en la afectividad, por supuesto, esto no lo estoy negando, forma parte de mi ser), por todo esto y por mucho más es necesario leer Fragmentos de Carlos Marín-Blazquez.

Este libro demuestra, como he podido escribir en otra ocasión (perdón por la autocita), que las palabras no se las lleva el viento. Cada uno de los aforismos que Carlos Marín-Blazquez nos regala, son una perla que bien engastada una con otra, forman un hermoso collar que no es mero adorno, algo prescindible, sino una forma de recuperar la mirada crítica y juiciosa sobre uno mismo y sobre la vida. 

El autor ha renunciado a agrupar estos apotegmas en categorías. Me pregunto porqué. Y después de leer Fragmentos, la conclusión que saco es que no se pueden clasificar. Cada uno de ellos dice algo y contiene algo. Expresan un pensamiento del autor, pero al mismo tiempo son versos que llegan al lector para que éste los pueda hacer suyos y exprimir su contenido al máximo.

Fragmentos nos hablan de la transcendencia del ser humano. Es una constante invitación a salir de uno mismo para enfrentarse a la realidad. Son políticamente incorrectos, pero no como eslóganes de una revolución anárquica, sino como una invitación a no dejarse arrastrar por la masa. Nos enseñan que no hay que dar nada por perdido. Y son una llamada a recuperar lo más propio del ser humano, su capacidad de razonar, porque siempre se acaba cumpliendo aquello de “vive como piensas o acabarás pensando como vives”. 

No le faltaba algo de razón a Descartes cuando pronunció su famosa frase: “Pienso luego existo”, porque si queremos existir y vivir como personas no podemos renunciar a pensar. Fragmentos no son un puro ejercicio de abstracción filosófica de alguien que no tiene nada mejor que hacer. Tampoco son recetas o fórmulas que planteen la solución a los problemas actuales. Quien lo lee está obligado a tomar una opción intelectual a partir de la cual hace una opción de vida. Y según sea esa primera opción podrá construir una vida que merezca la pena ser vivida.

En conclusión, Carlos Marín-Blazquez nos enseña con Fragmentos a saber porqué razones uno vive. “Y hay que empezar por uno mismo, cada día otra vez consigo mismo” (Etty Hillesum).

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

La conciencia escrupulosa y la conciencia delicada

¡Qué paciencia!

La utilidad de lo inútil