Vivir la Navidad
Llevaba varias semanas sin entrar
en el blog. Hoy, por casualidad, he ido a mirar unos artículos antiguos y se me
ha ocurrido entrar en las estadísticas. Me he quedado impresionado al comprobar
que donde más personas han entrado, en la última semana, ha sido China. Sí,
como lo oyes, China. Ya hace tiempo, a través de una red social, me dijo un
contacto que mi página había sido bloqueada allí, algo que también me
sorprendió, no porque la bloqueasen, sino porque bloquearon mi blog. No pensaba
que pudiera ser leído tan lejos.
Al ver ese “tráfico” en un lugar
donde la Iglesia es perseguida, me ha hecho pensar, por una parte, en la
cantidad de católicos chinos que, a pesar de los pesares y contra viento y
marea, viven su fe y lo hacen con alegría y entusiasmo. No hace mucho leía algo
sobre un Seminario clandestino de una de aquellas diócesis. Los seminaristas
viven en grutas, escondidas en la montaña, sostenidos por familias católicas
sencillas y pobres, que tienen muy poco para alimentarse. Aquellos seminaristas
no tienen un edificio, no tienen libros, no acuden a ninguna Facultad,
Universidad o Centro Académico. Y, cada dos por tres, tienen que salir
corriendo cuando les avisan que la policía está cerca.
Y pensaba también en lo fácil que
lo tenemos nosotros. Sí, es cierto, que hay laicismo, que es beligerante, que
ser católico no está de moda, y que también aquí hay que defender la libertad
religiosa, pero también es cierto (y habló en primer lugar por mí), que nos
hemos acomodado, que muchas veces somos tibios, que no entusiasmamos ni
llenamos de alegría nuestra vida y la vida de los demás y que, a veces, más que
esperanza trasmitimos desilusión. Y, repito, en primer lugar me estoy
examinando yo y, a lo peor, me estoy proyectando.
Quizás nos hemos acostumbrado a la
Navidad. Ya han encendido las luces, llevamos semanas con dulces navideños en
los supermercados y el anuncio de la lotería parece que hace más ilusión que el
nacimiento del Hijo de Dios.
Sin embargo, al pensar en los
católicos chinos me imagino que ellos, un año más, mirarán al cielo para ver
esa estrella que les anuncia el nacimiento del Salvador y seguirán esperando,
con ansia de libertad, un día en que puedan celebrar la Navidad sin esconderse.
Pero mientras llega ese día, siguen confiando en la promesa del Señor,
esperando un cielo nuevo y una tierra nueva en que habite la justicia.
… ¿qué dignidad existe cuando falta la
posibilidad de expresar libremente el propio pensamiento o de profesar sin
constricción la propia fe religiosa? ¿Qué dignidad es posible sin un marco
jurídico claro, que limite el dominio de la fuerza y haga prevalecer la ley
sobre la tiranía del poder? ¿Qué dignidad puede tener un hombre o una mujer
cuando es objeto de todo tipo de discriminación? ¿Qué dignidad podrá encontrar
una persona que no tiene qué comer o el mínimo necesario para vivir o, todavía
peor, que no tiene el trabajo que le otorga dignidad?[1].
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