Saquemos consecuencias
La aceptación del aborto en la mentalidad, en las
costumbres y en la misma ley es señal evidente de una peligrosísima crisis del
sentido moral, que es cada vez más incapaz de distinguir entre el bien y el mal (Juan Pablo II)
Pensaba escribir el primer post
contando la experiencia de este verano en el Bronx, pero la actualidad manda.
Además, desde que se anunció la retirada del ante-proyecto de la nueva la ley
del aborto, no dejo de vueltas al tema.
En primer lugar, porque el aborto
se ha convertido en una cuestión política. Y la perversión de la política ha hecho
de la democracia una dictadura de las mayorías. Por eso, afirmar que hay que
buscar el consenso en una ley del aborto es pura demagogia. Toda ley del
aborto, por el hecho mismo de legitimar el asesinato de un inocente, es
perversa.
En segundo lugar, me pregunto,
¿qué ha sucedido en este país para que triunfe la cultura de la muerte? ¿Qué ha
sucedido para que sólo una minoría defienda la vida, mientras muchos miran
hacia otro lado? ¿Qué ha sucedido para que muchos jóvenes, incluso los que se
dicen católicos, no tengan ningún problema en defender el aborto en
determinadas circunstancias?
En New York el índice de abortos es
del 60%. En el Bronx, donde estuve este verano, del 80%. Eso significa que
abortar es como tomarse una aspirina y que el aborto se ha convertido en un
método anticonceptivo. Esto es lo que, poco a poco, se está consiguiendo en
España. Desde que se aprobó la primera ley del aborto, no sólo ningún gobierno
la ha derogado, sino que cada vez se ha hecho más y más permisiva hasta el
punto de tener, en la práctica, aborto libre. Esto ha penetrado en la
mentalidad común, de tal forma que el aborto se ha convertido en una solución
aceptable y normal ante un embarazo no deseado.
Todo esto pone en evidencia que
hay mucho camino por recorrer. Es necesario revertir un proceso de
autodestrucción. Es fundamental fomentar y formar a las futuras generaciones en
una cultura de la vida que haga de la vida y de la familia el valor
fundamental. La defensa del no nacido debería estar al margen de ideologías,
confesiones religiosas, partidos, culturas, etc., porque hay mucho en juego.
Él dice: "Aunque la madre olvidase a su hijo, Yo no te olvidaría. Te he grabado en la palma de mi mano". Todos estamos grabados en la palma de sus manos; el niño que fue abortado, también está grabado en la palma de su mano desde el momento de su concepción y es llamado, por Dios, para amar y ser amado, no sólo ahora en esta vida, pero para siempre. Dios no nos olvida nunca...[1]
Él dice: "Aunque la madre olvidase a su hijo, Yo no te olvidaría. Te he grabado en la palma de mi mano". Todos estamos grabados en la palma de sus manos; el niño que fue abortado, también está grabado en la palma de su mano desde el momento de su concepción y es llamado, por Dios, para amar y ser amado, no sólo ahora en esta vida, pero para siempre. Dios no nos olvida nunca...[1]
[1] Madre Teresa de Calcuta, Discurso de
Madre Teresa de Calcuta en el desayuno de Oración Nacional, Washington,
DC, (3 febrero 1994)

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