¿Qué está pasando?
… a
los que nos piden razones de la esperanza que está en nosotros (cf. 1 P. 3,15), señalemos al Cristo Resucitado (Papa
Francisco)
Tenía pensado
escribir el post de hoy sobre el buen pastor y las vocaciones sacerdotales pero,
cuando venía a casa, pasé por una tienda para comprar unas cosas y el encargado
me cuenta que se acaba de suicidar una chica en las vías del tren. Es la
tercera en un mes.
Suele haber una
especie de pacto de silencio en la prensa cuando ocurren tragedias como esta. Dicen
los expertos que dar a conocer estas noticias puede provocar más suicidios. No
lo sé, no soy ‘experto’, lo que sí sé es que llevo toda la tarde haciéndome una
pregunta: ¿qué está pasando?
No conozco las
razones, sin razones, que han llevado a tres chicas jóvenes a algo así. No soy
capaz de imaginarme el dolor de los padres y el calvario por el que están
pasando y pasarán, posiblemente preguntándose ‘¿por qué?’. Tampoco quiero ser
alarmista, ni pesimista, y es probable que lo que voy a decir a continuación
sea una obviedad.
Llevamos mucho
tiempo hablando de crisis económica, pero cuándo nos vamos a dar cuenta de que
hay otra crisis, mucho más profunda, vital, que ya está afectando a nuestros
jóvenes. Es una crisis que tiene como consecuencia un vacío existencial, una gran
infelicidad. Cada vez son más los jóvenes que, por unas razones o por otras,
tienen graves heridas afectivas, y tapando el problema, escondiéndolo, no se
soluciona.
No quiero terminar
este post dejando un sabor amargo o de tristeza, aunque reconozco que es
inevitable. No conocía a esas chicas, pero tengo un pesar, un dolor en el alma.
Es el momento de la
esperanza. Cuando Jesús dice “Yo soy la puerta”, nos abre la posibilidad a una
vida plenamente feliz. No es un mensaje cualquiera. No es una promesa
incumplida. No es un sueño irrealizable. Es real, porque conocemos la vida de
tantos y tantos, también muchos jóvenes, que se han encontrado con Él y han
descubierto una vida plena. Una vida marcada con el signo de la cruz, no lo
olvidemos. Una vida de entrega, pero una vida llena de esperanza.
El Señor resucitado es la esperanza que no falla, que no defrauda (cf. Rm. 5,5). La esperanza no
defrauda. ¡Aquella del Señor! ¡Cuántas veces en nuestra vida las esperanzas se
desvanecen, cuántas veces las expectativas que llevamos en nuestro corazón no
se realizan! La esperanza de nosotros los cristianos es fuerte, segura y sólida
en esta tierra, donde Dios nos ha llamado a caminar, y está abierta a la
eternidad, porque está fundada en Dios, que es siempre fiel… Miremos a la
Patria celeste, tendremos una nueva luz y fuerza aún en nuestras obligaciones y
en el esfuerzo cotidiano. Es un valioso servicio que le debemos dar a nuestro
mundo, que a menudo ya no puede mirar a lo alto, que no es capaz de elevar la
mirada hacia Dios[1]
Efectivamente Andres, la crisis que padece nuestra sociedad es de "valores"
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