Dios, ¿la aguja en el pajar?
Enséñame a buscarte y muéstrate a quien te busca; porque no puedo ir en tu
busca a menos que tú me enseñes, y no puedo encontrarte si tú no te
manifiestas. Deseando te buscaré, buscando te desearé, amando te hallaré y
hallándote te amaré (San
Anselmo)
Alguien escribió en cierta
ocasión que la fe es lo más parecido a buscar un gato negro en una habitación
oscura, o dicho con el conocido refrán: ‘Es una aguja en un pajar’. Es decir,
podemos tener una cierta certeza, intuición, algo que nos dice que hay un Dios,
pero ni se relaciona con nosotros, ni nosotros podemos tener una relación con
Él. Se pasa entonces a una religión impersonal, en la que cada uno puede crear
sus propias reglas, tradiciones, oraciones… hasta concebir una religión en la
que ni siquiera Dios es necesario.
Evidentemente, todo esto es muy
distinto al cristianismo, porque los cristianos podemos decir que hemos
conocido a Dios, porque Dios tiene un rostro humano, es el rostro de Cristo. Es
más, gracias a esto podemos tener la seguridad de que Dios no nos abandona,
porque ha sido Él quien ha venido a nuestro encuentro. Podemos tener una
relación personal con Dios, una relación de Tu a tu, precisamente porque se ha
hecho uno de nosotros.
En la humanidad glorificada de
Cristo, en el Señor resucitado, descubrimos al hombre perfecto, divinizado,
llamado a la gloria. ¿Qué significa sino que Cristo es ‘Camino, Verdad y Vida’?
La humanidad de Cristo es el camino que nos conduce al Padre. Nos muestra la
verdad de nuestra vocación, llamados a ser en plenitud hijos en el Hijo. Y
podemos vivir una vida nueva que, aquí y ahora, sólo podemos tocar, pero que
será plena cuando resucitemos. Y, todo esto, porque Cristo ha muerto y ha
resucitado. En el Resucitado tenemos la respuesta a todas las preguntas; el
cumplimiento de todas las promesas; la posibilidad de vida eterna…
En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece
en el misterio del Verbo encarnado. Porque Adán, el primer hombre, era figura
del que había de venir, es decir, Cristo nuestro Señor, Cristo, el nuevo Adán,
en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente
el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación. Nada
extraño, pues, que todas las verdades hasta aquí expuestas encuentren en Cristo
su fuente y su corona.
El que es imagen
de Dios invisible (Col
1,15) es también el hombre perfecto, que ha devuelto a la descendencia de Adán
la semejanza divina, deformada por el primer pecado. En él, la naturaleza
humana asumida, no absorbida, ha sido elevada también en nosotros a dignidad
sin igual. El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con
todo hombre.[1]
[1] Gaudium et
spes, 22
Gracias por la oportunidad de comentar en relación a Dios pása desconocido en una fe superficial, porque lo seres humanos estamos absorbidos por la globalizacion, el consumismo, el hedonismo etc. Que no permiten un espacio de espiritualidad sini de ritualidad y con eso basta, solo cuando uno encuentra la motivación y la gui adecuados es cuando reflexiona, como yo lo hago al leer este artículo.
ResponderEliminarque Dios les bendiga
carlos valenzuela
cuenca ecuador