Tráfico de influencias
… el buen ladrón ha entendido precisamente en la cruz que este hombre
sin poder alguno es el verdadero rey (Benedicto XVI)
Vivimos en un mundo
en el que, para bien o para mal, las influencias son importantes. Como afirma
aquel dicho popular: “quien tiene padrino se bautiza”. No hay nada como un buen
enchufe, un conocido, un familiar o un amigo colocado en un buen puesto para
hacer carrera. Cualquier cosa es buena con tal de conseguir una buena posición
social. Estar en el lugar adecuado y en el momento oportuno puede abrir muchas
puertas.
Ahora bien, si uno
busca a una persona influyente, busca a quien tiene el poder, al que manda,
pero no a quien ha caído en desgracia, ha sido despreciado o expulsado de un
grupo, en todo caso tendrá lástima de él, pero nadie pedirá un buen puesto a
quien sabemos que ocupa el último lugar.
Cuando Santiago y
Juan, o su madre, da lo mismo, pidieron a Jesús estar sentados uno a su derecha
y el otro a su izquierda, estaban convencidos de que la amistad con Jesús les
traería algún prestigio social, cuando el Señor instaurase su reino. Lo mismo
debieron pensar los que aclamaron a Jesús cuando entró en Jerusalén. Sin
embargo, el reino que iba a instaurar era muy distinto al que pensaban aquellos
hombres.
Lo entendió el
buena ladrón y los que, cuando todos huyeron, permanecieron al pie de la cruz.
Quien aparecía despreciado de los hombres, herido, maltratado, calumniado, con
el rostro desfigurado por los golpes de los soldados, ese era el verdadero rey.
Muy distinto a cómo se lo habían imaginado quienes esperaban la restauración
del gran reino de Israel de los tiempos del rey David.
El que en la cruz lleva
el título de rey, se había convertido en alguien despreciable. Sin embargo, fue
allí, donde parecía que todo había acabado y ese supuesto mesías había
fracasado, allí fue dónde se manifestó el poder de un rey humilde y pobre. En
ese abandono, se mostró el verdadero reino de Dios, llamado a extenderse por
toda la tierra. La influencia de Cristo en la cruz, su poder, alcanzó lo ancho
y largo del universo.
¿Qué muestra ese
reino de Dios manifestado en la cruz? Que frente a los poderosos, está la
debilidad de Dios; frente a los soberbios, su humildad; frente al odio, la
reconciliación; frente a la venganza, el perdón; frente a la dureza de corazón,
la compasión; frente al pecado, la misericordia. Y este reino es capaz de
transformar el mundo.
Aunque ahora este Señor es conocido de pocos, mas siempre
irá creciendo su reino, hasta que al fin del mundo reine en todos los hombres,
galardonando con misericordia a los buenos y castigando con vara de hierro, de
rigurosa justicia, a los malos. Esta es la voz de los predicadores de Cristo,
que dice: Reinará tu Dios[1]
[1] San Juan de Ávila, Audia filia II, 111.

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