El momento que vivimos
La dificultad reside en que todo este tiempo está hundido en la más
profunda indiferencia, no tiene ninguna religión, ni siquiera tiene
predisposición para la religión (Soren
Kirkegaard)
Hace tiempo que le
estoy dando vueltas a una pregunta: ¿qué momento estamos viviendo? Porque estoy
convencido de que estamos viviendo un momento privilegiado. Posiblemente
también estemos asistiendo un cambio no sólo de época, sino a una decadencia y,
en consecuencia, a la desaparición de una cultura y una civilización. No
pretendo ser pesimista, sino realista, porque ese realismo nos puede ayudar a
comprender mejor a las personas que forman nuestra sociedad y a las que tenemos
que evangelizar. Y esto es todo un reto.
Cuando el Cardenal
Ravasi estuvo en Madrid, con motivo del Congreso de cine organizado por SIGNIS
y la Universidad Eclesiástica San Dámaso, comentó, en varias ocasiones, que
estamos viviendo en una época de indiferencia religiosa. Esto significa que, a
diferencia de otros momentos en los que el ateísmo o el agnosticismo tenían su
puesto entre los no creyentes, ahora vivimos en una época que se caracteriza,
en palabras de Martin Buber, por el eclipse
de Dios. Dicho de otro modo, se vive como si Dios no estuviera.
Todo esto indica
que no es tiempo de respuestas, sino de preguntas. Parece que la pelota está en
nuestro tejado, en el de los creyentes, o mejor, en el de los cristianos,
porque también es cierto que creyentes hay, pero de muchos tipos y variados. La
cuestión entonces es, ¿cómo suscitar esas preguntas que lleven a Dios? ¿cómo
provocar la pregunta religiosa?
La respuesta a
estas preguntas sólo puede ser una: el testimonio de los cristianos. Como
repite insistentemente el Papa Francisco en su primera Exhortación Apostólica,
toda la Iglesia y cada uno de los bautizados tenemos que renovar nuestro
espíritu misionero. Estamos llamados a evangelizar mediante un testimonio
coherente de la propia vida y recuperar el impulso evangelizador. En
definitiva, tener deseos de dar a conocer a Jesucristo. Provocar una sola
pregunta: ¿qué da sentido a tu vida?
Se trata de llevar el Evangelio a
las personas que cada uno trata, tanto a los más cercanos como a los
desconocidos. Es la predicación informal que se puede realizar en medio de una
conversación y también es la que realiza un misionero cuando visita un hogar.
Ser discípulo es tener la disposición permanente de llevar a otros el amor de
Jesús y eso se produce espontáneamente en cualquier lugar: en la calle, en la
plaza, en el trabajo, en un camino[1].
[1] Francisco, Evangelii
gaudium, n. 127.
La verdad es que estamos viviendo una profunda crisis de ideales y en consecuencia, los temas de Fe también brillan por su ausencia. Nuestra misión es llevar el mensaje, y creo que este medio es muy potente, y no debemos dejar de intentar, en el dia a dia y en nuestro entorno, no solo con el mensaje, si no, sobretodo con nuestro ejemplo, para que la gente que nos ve, se haga preguntas. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias, Releante. Con frecuencia le pido al Señor aquello que rezaba el Beato Henry Newman: "que no me vean a mi, sino a Ti en mi".
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