La mirada de la fe en el cine
Dios, en efecto, al revelarse a su pueblo hasta la
plena manifestación de sí mismo en el Hijo encarnado, habló según los tipos de
cultura propios de cada época (Gaudium et spes 58)
Generalmente,
durante la semana le doy vueltas al post que voy a escribir el viernes. Siempre
tengo como punto de partida el Evangelio del domingo. Sin embargo, también
sucede que, a lo largo de la misma semana, pasa algo que me lleva a cambiar de
idea y a escribir un artículo muy distinto a lo que había pensado.
En esta ocasión lo
que me ha hecho cambiar ha sido el Congreso que SIGNIS, una asociación católica
de personas vinculadas al mundo del cine, ha organizado con y en la Universidad
San Dámaso, donde soy profesor. El título del Congreso era “La mirada de la fe
en el cine”.
Ha sido una
experiencia estupenda. Primero porque hemos contado con la presencia del
Cardenal Ravasi, Presidente del Pontificio Consejo para la Cultura. Su
conferencia está colgada en www.cultura.va y merece la pena leerla. Y después
porque han participado personas que no son creyentes, o al menos no lo son
explícitamente, como la directora Gracia Querejeta.
¿Qué destacaría de
todo lo dicho en este Congreso? Que el cine es un camino de ida y vuelta para
la Evangelización. Me explico. En cierta ocasión escuché a alguien que decía:
‘voy al cine para no pensar’. Ese es el problema, que dejaba que otros pensaran
por él. El cine es un reflejo de la sociedad, del mundo, de cómo son las
personas. Pero también el cine forma las mentes, influye en las relaciones, en
los modos de ser.
En el cine se ponen
de manifiesto las preguntas primeras y últimas sobre el hombre, sobre el mundo,
la verdad, el sentido trascendente de la vida o la falta de trascendencia. En
consecuencia, el cine puede ser un vehículo magnífico para evangelizar, para
dar a conocer a Jesucristo, para dar respuesta a tantas preguntas que hay en el
corazón del ser humano.
Si, como decía Juan
Pablo II, el hombre es el camino de la Iglesia, nada humano puede ser ajeno a
ella. Y por eso, el cine es provocador, en el buen sentido de la palabra,
porque incluso cuando niega a Dios o muestra aspectos que el cristianismo y el
sentido común reconocen como contrarios al bien moral, también nos está
diciendo algo. Nos indica que ahí hay nostalgia de Dios.
El cristianismo, la
Iglesia, puede tener en el cine una puerta abierta a un mundo que, en muchos
aspectos, ya le es ajeno, que vive como si Dios no existiera y para el que, el
lenguaje religioso le es extraño. El cine es un camino para evangelizar en las
periferias.
Hoy día la conciencia de que el séptimo arte es un espejo
de nuestro tiempo, con sus grandezas y sus abismos, pero también un camino para
entrar en la modernidad y anunciar el Evangelio, está fuertemente enraizada en
las comunidades eclesiales de cada continente. Ya Kafka, conversando con su
amigo Janouch, estaba convencido de que el film podía convertirse en una nueva
modalidad para hacer poesía, y nosotros podemos aplicar esta convicción a la
relación entre cine y evangelización. Decía Kafka, quien obviamente ignoraba lo
digital: “Las cuerdas de la lira de los poetas modernos serán interminables
carretes de celuloide”. Interminables secuencias cinematográficas podrían ser
voces e imágenes del anuncio evangélico[1]

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