El campo de distorsión de la realidad
Cristo era tentado por el diablo y en Cristo eras tentado tú, porque Cristo tomó tu carne y te dio su salvación, tomó tu mortalidad y te dio su vida, tomó de ti las injurias y te dio los honores, toma ahora tu tentación para darte la victoria (San Agustín)
Steve Jobs, co-fundador de Apple, tenía un gran poder de convicción. Sabía presentar la realidad de tal modo que conseguía de su interlocutor lo que quería. Esa capacidad la definieron, quienes trabajaron con él, con un término sacado de la serie Star Trek, el campo de distorsión de la realidad. Una mezcla de estilo retórico y carisma, junto con una gran fuerza de voluntad y una disposición a adaptar cualquier dato para adecuarlo a sus intereses.
La tentación es precisamente esto, una distorsión de la realidad, que nos presenta el mal, el pecado, como algo bueno; la mentira, como verdad. Es todo aquello que nos aparta del camino de la santidad. Y se muestra como algo apetecible, seductor, como un bien. La tentación, venga de donde venga, se aprovecha de nuestra debilidad. El enemigo, cuando ataca de frente, procura enviar ocultamente algunas tropas que ataquen el flanco de su adversario con mayor libertad, ya que aquellos contra los que lucha esperan que su enemigo venga de cara...[1].
Santo Tomás de Aquino explica que el hombre puede ser tentado por la carne, por el diablo y por el mundo. La primera forma, nos lleva a buscar el placer como un fin en sí mismo; es la comodidad; es la pereza; la sensualidad… El segundo modo es por el diablo, ángel astuto, que busca nuestros puntos débiles, que nos tienta mediante los vicios espirituales, el orgullo, la soberbia, la ira… Y, en tercer lugar, el mundo, dice Santo Tomás, es el miedo a la persecución. Esto se manifiesta en “el qué dirán”, en quedar bien aunque sea mintiendo, buscar los honores a cualquier precio…
Ahora bien, no es lo mismo ser tentado, que caer en la tentación. Las tentaciones en sí no son malas. …la tentación es una ocasión de volver a elegir a Dios. ¡Volver a elegir a Dios! Es decirle: ‘Dios mío, que te prefiero a Ti; Dios mío, creo en Ti[2]. La tentación es entonces la prueba en la que forjamos nuestra fidelidad al Señor. Nos lleva a descubrir la propia debilidad, por eso la tentación nos hace más humildes, ya que nos lleva a desconfiar de nuestra propias fuerzas y a buscar la gracia de Dios. La lucha contra la tentación fortalece la fe, como confianza en el Señor; anima la esperanza, pues buscamos seguridad ante el peligro; y hace crecer el amor a Dios frente el amor a uno mismo.
…cuando el alma es tocada por la tentación, se tambalea en los bienes que disfrutaba, reconoce entonces la fragilidad de su condición y se robustece más firmemente en la esperanza del auxilio divino. De esa forma, por un admirable designio de la divina misericordia, de la tentación hecha por el maligno enemigo para que el corazón no perezca, el Creador misericordioso saca una instrucción que llena el alma de vida[3].
Cuando luchamos contra la tentación estamos participando de la victoria de Cristo sobre el pecado. Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto y allí venció al diablo. Se hace solidario de la soledad en la que vive el hombre inmerso en el pecado. Y es allí, donde parece que todo está perdido; donde la tierra no da fruto y ni siquiera hay un poco de agua para apagar la sed; es donde Dios vence. Donde el hombre por medio de Cristo, puede vencer a la tentación.
… no quiso Dios pelear con armas de la grandeza de su Majestad, mas tomando las armas de nuestra bajeza, vistiéndose de carne humana, que, aunque limpia de todo pecado, fue semejable a carne de pecado, pues fue subjeta a penas y muerte, lo cual el pecado metió en el mundo. Y con estas penas y muerte, que sin deberlas tomó, venció y destruyó nuestros pecados[4].

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