La bondad mantiene el mundo a flote
El cuerpo, por su peso, tiende a su lugar. El peso no sólo impulsa hacia abajo, sino al lugar de cada cosa… Cada uno es movido por su peso y tiende a su lugar… Mi peso es mi amor; él me lleva doquiera soy llevado.
(San Agustín, Las confesiones XIII, 9)
Cuenta el cardenal Van Thuan que, estando prisionero por motivos religiosos, lo sometieron a aislamiento vigilado por cinco guardias, que hacían turnos de dos en dos. Con frecuencia los cambiaban para que el obispo no los “contaminase”. Al cabo de un tiempo decidieron: Ya no os cambiaremos, porque si no, este obispo contaminará a todos los policías[1].
¿Cómo “contaminaba” el cardenal Van Thuan? Amando a aquellos guardias, como Cristo lo amaba a él. Con una palabra amable, con una sonrisa, aquel prisionero cambiaba el corazón de sus perseguidores.
Con frecuencia pensamos que hay demasiada maldad en el mundo y a nuestro alrededor. Noticias de guerras, crisis económica, enfrentamientos, problemas familiares, personales, y un largo etcétera. Y, por desgracia, también nos podemos acostumbrar a ellas, como si fuéramos incapaces de hacer algo por cambiar las cosas. Entonces pasamos de largo, intentando que no nos afecta demasiado.
Sin embargo, si miramos con un poco de atención, en seguida veremos que no es así. Siempre hay más gente buena que mala, aunque estos hagan más ruido. Una sonrisa, una palabra amable, una mirada cariñosa, un gesto de agradecimiento o un pequeño regalo, demuestran que todos llevamos en nuestro interior un salvavidas de bondad que mantiene el mundo a flote.
El bien es difusivo. Es como un boomerang que, lanzado al aire, siempre regresa a su punto de origen. Se cumple, de forma misteriosa, aquello que escribió San Juan de la Cruz: adonde no hay amor, pon amor y recibirás amor[2].
Cuando el amor es verdadero, suscita amor como respuesta. Y entonces se ama y se es amado. Y se realiza en la tierra el mandamiento nuevo de Jesús: ‘Amaos unos a otros como yo os he amado’ (Jn 15, 12). El amor mutuo es el cumplimiento del arte de amar[3].
(Gracias a Susana Reguero que me envió este video y a tantas personas que me enseñan tanto todos los días. Y a mis alumnos y ex alumnos, que ahora estáis de exámenes recordad: Los sufrimientos de ahora no son comparables con la gloria que se ha de manifestar [Rom 8, 18]).
Comentarios
Publicar un comentario