Mi Madre, la Iglesia
En cierta ocasión estaba en casa preparando un trabajo, cuando llegó uno de mis sobrinos. Me preguntó qué estaba haciendo. Le dije que estaba escribiendo sobre un obispo y le pregunté si sabía quién era el obispo de Madrid. Me contestó: Sí. Es Ruiz Gallardón[1].
Si este domingo, “Día de la Iglesia Diocesana”, hiciésemos una encuesta y preguntásemos en la calle, ¿qué es una Diócesis?, ¿qué un obispo?, y ¿quién es el obispo de Madrid?, posiblemente nos encontraríamos con alguna que otra respuesta sorprendente. No es tema de conversación habitual hablar de la diócesis o del obispo. La gente está en otras cosas. Y tampoco es fácil explicarlo, porque sus problemas son otros.
Sin embargo, si es posible que entiendan que la Iglesia es Madre, porque todos tenemos una y sabemos como es la relación con ella. Con mi madre me puedo enfadar; puede que no comprenda determinadas actitudes, porqué me ha regañado o me ha castigado; incluso me puedo alejar de ella, marchándome de casa; pero es mi madre. Me ha traído al mundo; me ha alimentado; me ha cuidado cuando estaba enfermo…me da amor.
Mi Madre, la Iglesia me ha dado la vida, porque gracias a ella he recibido el bautismo y puedo llamar a Dios, Padre. Cuando pierdo la paz y la alegría por el pecado, me ofrece el perdón de Dios y me reconcilia con mis hermanos. Hace que el amor del hombre y la mujer sea algo sagrado. Me sostiene en el momento de la enfermedad y el dolor con el sacramento de la unción. Y cuando llego al final del camino, me prepara para el encuentro definitivo con mi Padre Dios.
Y la Iglesia, mi Madre, me ofrece su tesoro más preciado, Jesucristo, Pan de la Palabra y Pan de la Eucaristía. En la Iglesia escucho su Palabra, la pone a mi alcance y me ayuda a comprenderla. Ella ha trasmitido esa Palabra de generación en generación para que llegue a todos los hombres, grandes y pequeños, pobres y ricos, buenos y malos. Y me da a Cristo en la Eucaristía, como alimento de vida eterna. Pan para el camino.
La Iglesia, mi Madre, me enseña a amar todo lo bueno, lo bello, lo verdadero… Me ofrece una multitud de caminos que llegan a Dios. Y me defiende del maligno. Renueva la fe, fortalece la esperanza, y hace crecer el amor.
La Iglesia no es algo extraño a mi. Es parte de mi propia existencia. Pertenecer a la Iglesia es participar en una comunión de vida. Es tener la seguridad de que no estoy solo.
Tener fe es apoyarse en la fe de tus hermanos, y que tu fe sirva igualmente de apoyo para la de otros. Os pido, queridos amigos, que améis a la Iglesia, que os ha engendrado en la fe, que os ha ayudado a conocer mejor a Cristo, que os ha hecho descubrir la belleza de su amor. Para el crecimiento de vuestra amistad con Cristo es fundamental reconocer la importancia de vuestra gozosa inserción en las parroquias, comunidades y movimientos, así como la participación en la Eucaristía de cada domingo, la recepción frecuente del sacramento del perdón, y el cultivo de la oración y meditación de la Palabra de Dios (Benedicto XVI, “Homilía en la Misa de Cuatro Vientos”, 21 de agosto 2011).
La Iglesia es, en definitiva, la presencia de Cristo en medio de los hombres. En la Iglesia, Él nunca es el pasado, sino el presente y el futuro, porque es su Cuerpo. Un Cuerpo que crece en la vida de oración, en la vida sacramental, en la vida de los creyentes que brota de la fe, la esperanza y el amor. Si quiero encontrar a Cristo tengo que entrar en este Cuerpo, tengo que reconocer a la Iglesia como Madre.
¡Alabada seas tú, Madre del amor hermoso, del temor saludable, de la ciencia divina y de la santa esperanza! ¡Tú, cuyo resplandor sobrenatural no se empaña en las horas peores! ¡Tú, por quien, cada mañana, el sacerdote sube al altar de Dios que alegra su juventud! Tú nos das cada día a Aquel que es el único Camino y la única Verdad. Por ti tenemos la esperanza de la vida. Tu recuerdo es más dulce que la miel, y el que te escucha nunca será confundido. ¡Madre santa, madre única, madre inmaculada! ¡Oh gran Madre! ¡Santa Iglesia, Eva verdadera, única verdadera Madre de los vivientes! (Henri de Lubac, “Meditaciones sobre la Iglesia”, pp. 268-269).
[1] Explico a los lectores que no son de Madrid o están fuera de España que Ruiz Gallardón es el alcalde de Madrid.

Comentarios
Publicar un comentario