A la luz de la Palabra: La verdadera sabiduría
Domingo XXXII TO Ciclo A: “Vírgenes prudentes y vírgenes necias” (Mateo 25, 1-13).
Hace ya unos años apareció la siguiente noticia en la prensa: “Una mujer denuncia a una empresa de electrodomésticos”. Hasta aquí nada de particular, pero si uno leía la noticia completa, la información tenía su gracia o su drama. Resulta que esta señora lavó a su gato, y no se le ocurrió otra cosa que secar al gato en el microondas. El lector se podrá hacer una idea de cómo acabo el gato y cómo quedo el microondas. La señora denunció al fabricante, porque en las instrucciones de uso no decía que no se podían secar gatos.
Nosotros, a diferencia de los electrodomésticos, no tenemos libro de instrucciones. Aprendo a vivir, viviendo. No hay otras fórmulas o recetas. Esto significa que mi vida se desarrolla entre el acierto y el error. Como no nazco programado, tengo que aprender lo que es bueno y lo que es malo; lo verdadero y lo falso. Y esto sólo lo puedo hacer mediante ensayo-acierto o error-corrección-ensayo-acierto.
La verdadera sabiduría consiste en realizar aquello que me hace mejor persona y mejor cristiano, que me hace santo. Y esto lo logramos mediante la virtud de la prudencia, que me lleva al conocimiento del camino recto y a poner los medios necesarios para conseguirlo. Ser prudente no es algo innato, es una virtud adquirida, en consecuencia, tengo que trabajar para conseguirla.
Ahora bien, ¿cómo llego a tener esa sabiduría? ¿Cómo me convierto en una persona prudente? La prudencia se caracteriza por el conocimiento de la realidad, la docilidad y la decisión. Veamos brevemente cada uno.
El conocimiento de lo real. Pero, esto ¿cómo lo consigo?, porque no nazco sabiendo. Al conocimiento se llega mediante la formación de la conciencia, que me permite distinguir el bien y el mal, lo verdadero y lo falso. Este conocimiento es el que me ayudará a tomar decisiones acertadas.
La docilidad, es decir, pedir consejo y dejarse aconsejar. No pretender tener siempre la razón. Porque nadie es buen capitán de su propio barco, necesitamos tener al lado a alguien, un amigo, que me quiere, y porque me quiere sabrá ponerse en mi lugar, haciendo mi problema algo suyo. Esta es la labor de la dirección espiritual y del confesor.
La decisión, esto es, ponerse en acción, obrar de acuerdo al bien que hemos conocido. Tomar la decisión, es algo personal, nadie lo puede hacer por mí. Esto exige ser audaz y mantener la decisión tomada, como si fuera una promesa imposible de romper. Esto no significa que la decisión sea acertada y con ella alcancemos éxito. La persona prudente sabe que esa decisión puede conllevar el fracaso, pero eso no le detiene, sino que le llevará a superarse así mismo, aprendiendo del error cometido y rectificando.
Volvamos al Evangelio. Es fácil pensar que las vírgenes prudentes fueron egoístas porque no quisieron compartir su aceite. Si lo hubieran hecho, las necias no se habrían quedado fuera. Prefiero pensar que hubo un tiempo en el que las vírgenes prudentes, fueron vírgenes necias, o porque no tuvieron el aceite necesario o porque, por una falsa compasión, habían dado del suyo, y se quedaron todas fuera. Se equivocaron, pero no se lamentaron por su mala suerte. Aprendieron la lección, adquirieron conocimiento, experiencia. Decidieron corregir y por esto, cuando se encontraron en situación parecida, cinco de ellas no tenían aceite, no cayeron otra vez en el error, fueron prudentes, y eso les valió entran en el banquete de bodas. Las otras, las necias, ¿no tuvieron la misma oportunidad? Pero ni cayeron en la cuenta del error pasado, ni se dejaron aconsejar, y esa falta de prudencia las dejo fuera.

Gracias Andrés ! El tema de la sabiduría no es tanto un asunto teórico, como muchos creen, sino más bien un asunto práctico. Sabiduría es tener cordura en la vida diaria y en las decisiones éticas. Es la aplicación de lo que uno sabe a lo que uno hace, a fin de lograr "la Vida Buena". Desde mi punto de vista la sabiduría nos permite tener discernimiento de las cosas, saber distinguir entre el bien y el mal, que no es algo menor ! nos aptitud en las artes, habilidad en los negocios, discernimiento para aconsejar, y PRUDENCIA PARA GOBERNARNOS y gobernar ! si fuera el caso... Un abrazo
ResponderEliminarPrudencia y audacia están íntimamente unidas. Se exigen mutuamente. El prudente no es el que se queda cómodamente sentado en su sillón, pensando qué se debería de hacer, pero sin ponerlo por obra. Prudente es el que actúa según la recta razón para conseguir la vida lograda, la excelencia. Quizá por eso los grandes hombres de acción, han sido también grandes pensadores. Muchas gracias, Marcelo, por tus magníficas aportaciones. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias de nuevo. Me viene al pelo con mi nueva situación laboral, tomar conciencia de cual es la verdadera Prudencia y la verdadera Sabiduría. Es cierto que cuando leo este Evangelio de la Virgenes Prudentes, he caído en la tentación de pensar que actuaron egoistamente, sin embargo, procedieron con prudencia, la cual les valió para entrar en el banquete de bodas. Gracias de nuevo. Un abrazo
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