Algo en lo que pensar: Dar sentido a la vida

Hace unas semanas la Dirección General de Tráfico lanzó una campaña para prevenir los accidentes en los trayectos que se hacen habitualmente. Con este anuncio advertía para no caer en la rutina durante la conducción, y aunque conozcamos muy bien un trayecto es necesario estar alerta. Acostumbrarnos a un recorrido puede causar accidentes mortales.
El consejo vale para la actitud que debemos tener ante lo que nos sucede, porque el día que ya nada nos sorprenda, nuestra vida habrá dejado de tener sentido. Caer en la rutina significa pasar por la vida sin que la vida pase por nosotros; o peor aún, dejar que pase por encima arrollándonos. Acostumbrarnos a las cosas, a lo que hacemos, a cómo lo hacemos, incluso a lo que decimos en las relaciones personales, hace que se pierda el sentido.
Importa no sólo qué hago y cómo lo hago, es fundamental también saber por qué lo hago. Y precisamente el tener una razón y una finalidad en la vida, es lo que nos saca de la rutina y del acostumbramiento.
El sentido, el por qué de las cosas que hacemos, nos ayuda a progresar, a no mirar atrás pensando que cualquier tiempo pasado fue mejor. Nos da, en definitiva, una esperanza en el futuro. Las preguntas que tantos se hacen, ¿a dónde vamos? ¿qué porvenir nos espera?, pueden encontrar una respuesta adecuada cuando se sabe el por qué.
El hombre es un ser “no realizado” plenamente; está en camino. Vive en el ya, pero todavía no. Es decir, el actuar del hombre, el progreso de la humanidad y de cada persona, se fundamentan en una esperanza que trasciende cada momento concreto.
Por experiencia sabemos que ante las cosas que nos suceden, y especialmente cuando se produce un hecho trágico, una enfermedad, o la muerte de un amigo o un ser querido, incluso ante una experiencia traumática personal, no basta con saber qué ha sucedido o cómo ha sucedido, es necesario descubrir el por qué que dé sentido. Así ocurrió, como cuenta Viktor Frankl, en la experiencia del campo de concentración, durante la II Guerra Mundial:
El prisionero que perdía la fe en el futuro –en su futuro- estaba condenado. Con la pérdida de la fe en el futuro perdía, asimismo, su sostén espiritual; se abandonaba y decaía y se convertía en el sujeto del aniquilamiento físico y mental […]. Siempre que se presentaba la oportunidad, era preciso inculcarles un porqué –una meta- de su vivir, a fin de endurecerles para soportar el terrible cómo de su existencia. Desgraciado de aquel que no viera ningún sentido en su vida, ninguna meta, ninguna intencionalidad, y por tanto, ninguna finalidad en vivirla, ese estaba perdido (“El hombre en busca de sentido”, pp. 78-79).

Encontrar el sentido, dar una razón a nuestra existencia, nos lleva a superar el absurdo en el que a veces, incluso más de lo que quisiéramos, cae nuestra vida. Nos lleva descubrir que la existencia del hombre, vivir, es una aventura apasionante.
Hallar el sentido es una tarea para toda la vida. Es aprender a vivir mediante las propias decisiones, las acertadas y las erróneas. Así construyo mi propia historia, mientras voy creciendo como persona.
No depende el logro de mi vida, al menos no del todo, de la fortuna o de la suerte. Es algo que activa y libremente me he de procurar, por más que los sucesos y circunstancias de mi entorno modifiquen a veces mis planes y siempre los condicionen. Se trata de un rendimiento que procede de mi más honda identidad –de la manera como soy ‘yo mismo’- y tiene que ver con mi íntimo ser persona. En tal lance me va la vida entera, la propia finalidad (Alejandro Llano, “La vida lograda”, p. 21).
Cuando encuentro el por qué y el sentido, dejo de preguntarme qué puedo esperar de la vida o qué me puede ofrecer. No le reprocharé lo que no me ha dado, y empezaré a pensar lo que yo puedo ofrecer a la vida. No me preocuparé tanto por lo que los demás pueden hacer por mí, sino por lo que yo puedo hacer por los demás.

Comentarios

  1. La filosofía de Frankl se podría condensar en aquella frase de otro filósofo “Quien tiene un por qué en la vida es capaz de soportar cualquier cómo”.
    Aunque Victor F. la vivió muy en carne propia y definió la esencia de una persona a través del espíritu, la libertad y la responsabilidad. El espíritu para trascender, la libertad para elegir nuestra actitud ante las circunstancias y la responsabilidad para actuar y asumir las consecuencias. Todo una doctrina de cómo vivir con sentido. Gracias por escribir sobre este tema...

    ResponderEliminar
  2. Decía Kierkegaard, “la puerta de la felicidad se abre hacia fuera”. Salir de nosotros mismos e ir al encuentro del otro. Quizás por eso, cuando Frankl estaba a punto de derrumbarse, durante la prisión en el campo, pensar en su mujer y en el amor que se tenían, lo sostuvo. Tuvo entonces un por qué y un cómo. Gracias Marcelo.

    ResponderEliminar
  3. Querido Manuel, por supuesto. El blog es para compartir. Gracias.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La conciencia escrupulosa y la conciencia delicada

Oración a San José

Un puro acto de fe